Me
consultan sobre la problemática en el uso de las palabras señora y señorita.
Si nos vamos al diccionario, hallaremos varios significados para cada una de
estas palabras, algunos de uso regional y otros ya en desuso. Esta cantidad de
significados nos advierten del hecho de que el lenguaje es un producto social y
cambia con las sociedades.
Durante
mi niñez y buena parte de mi juventud, se utilizaba la palabra señora
para referirse a las mujeres casadas y señorita para las solteras. En
esa época el destino natural de toda mujer era casarse (o eso nos hacían
creer), por lo que no era extraño que si no había certeza del estado civil de la
persona en cuestión y parecía ser una persona mayor (casi de cualquier edad
para una niña o adolescente), se recurría inmediatamente al señora.
Otro
uso que se le daba, y que en forma más evidente mostraba la objetualización de
la mujer, era utilizar estas palabras para distinguir entre mujeres que no
habían tenido relaciones sexuales y las que sí. En mi ignorancia, mi mayor
preocupación era que si por algún motivo me paraba frente al altar "siendo
ya una señora", no podría utilizar un vestido blanco y todos
sabrían que ya no era una señorita.
Por
dicha crecí y pude alejarme de estos discursos que más que ordenar el mundo
conocido (que es en esencia la función del lenguaje), lo que lograban era
confundirme. Con todo, siempre me cuestionaba el porqué no sucedía lo mismo en
el caso de los hombres, quienes pasaban de ser niños o muchachos
a ser señores, sin pasar por el estadio de señoritos.
Con
la fuerza que han tomado en este siglo los movimientos feministas, este tema ya
se ha resuelto en lenguas como el inglés, en el que se utiliza Ms. como abreviatura
para las mujeres (sean miss o Mrs.); y el francés, donde se
eliminó la casilla de mademoiselle en documentos administrativos
(conservando únicamente monsieur y madame).
En
Costa Rica creo que estamos en un periodo donde conviven ambas formas. Ya a mi
edad nadie me dice señorita; sin embargo, no deja de retumbarme en el
oído cuando alguien me dice señora. Al fin y al cabo somos hijas de la
sociedad en la que crecimos y no podemos sencillamente borrar nuestros
"discos duros".
Creo
que lo mejor es que poco a poco vaya desapareciendo la palabra señorita
de nuestro vocabulario, en pro de la igualdad. Sin embargo, en tanto eso
ocurre, hay muchas situaciones cotidianas en las que tenemos que identificar
cuál sería el mejor uso. Si estamos en el ámbito laboral y se trata de una
mujer que ocupa un puesto de autoridad, siempre se debe utilizar señora,
sobre todo en situaciones formales. En el trato cotidiano, con nuestros
compañeros, lo mejor es, en la medida de lo posible, llamar a las personas por
su nombre de pila; pero, si lo desconocemos, habrá que valorar cuál será la
forma de tratamiento mejor recibida por la persona a la cual nos dirigimos.
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