Junto con las letras, también heredamos del
latín sus nombres. A diferencia de los griegos, que habían mantenido en esencia
los nombres semíticos de las letras, adaptándolos a su lengua (alfa, beta,
gamma, etc.), los nombres de las letras en latín -probablemente también por influencia
etrusca-
son esencialmente fonéticos, ya que se forman a partir de su sonido
característico.
Información adicional
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En los alfabetos semíticos,
el nombre de cada letra es una palabra dotada de significado que comienza con
el sonido representado por esa letra; por ejemplo, en hebreo, los nombres de
las letras que representan los fonemas /b/ y /d/ son bet ‘casa’ y dálet
‘puerta’, claramente emparentado con los nombres griegos beta y delta.
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En el sistema latino, el nombre de las
vocales es su propio sonido, mientras que para nombrar las consonantes se
añaden al sonido que cada una representa los apoyos vocálicos necesarios para
su pronunciación. Estos apoyos vocálicos los proporciona esencialmente la vocal
/e/, que es la que requiere menor esfuerzo articulatorio. Los nombres latinos
de las consonantes se forman posponiendo esta vocal a los fonemas oclusivos (be,
de, ge, pe, te, etc.) y anteponiéndosela al resto (ef, el, em, es,
etc.). Las letras c, k y q, que en latín representaban siempre el
fonema /k/, añaden a ese sonido una vocal de apoyo distinta en cada caso, para
así diferenciar sus nombres: ce, ka, qu, pronunciados en latín [ké, ká,
kú] (la c, la más común de las tres, añade la e típica, mientras
que las otras dos adoptan la vocal ante la que más frecuentemente se escribía
en latín cada una de ellas). La x se denominó ix, dando la vuelta
al nombre griego xi, cambio quizá debido a que ninguna palabra latina
comienza por el sonido [ks] que esta letra representa. La y -la ípsilon del alfabeto griego- se denominó i/y Graeca (‘i griega’)
en atención a su origen, y la z conservó el nombre griego zeta.
Como se ve, los nombres españoles de todas
estas letras descienden directamente de sus nombres latinos, con la diferencia
de que a los terminados en consonante se les añadió también una e al
final: efe, ele, eme, ese, etc. Por su parte, el nombre equis
reproduce por escrito, con los apoyos vocálicos necesarios, la secuencia de
fonemas que esta letra normalmente representa (/k + s/ ® pronunciación con apoyo vocálico: [ékis];
grafía: equis). El nombre ye que ha venido a sustituir al
tradicional de i griega se creó posteriormente por analogía con la pauta
denominativa del resto de las consonantes.
Explicación aparte merecen los nombres hache,
jota, uve y uve doble.
El nombre hache para la h parece
proceder de la denominación francesa de esta letra, préstamo que pudo tener
lugar a raíz de la introducción de la escritura carolingia por los monjes
cluniacenses a finales de la Baja Edad Media, de donde también tomamos el
dígrafo ch para representar el fonema /ch/. El nombre francés hache
-al igual que el
italiano acca o el catalán hac- parece provenir, a su vez, del lat. vulgar
*hacca, forma que responde a la imitación deformada del sonido aspirado
que esta letra representa en su origen, y que desapareció muy pronto del latín
hablado.
El nombre jota para la j, letra
que tiene su origen en una variante gráfica de la i, proviene de iota,
nombre griego de esa vocal.
El nombre uve para la v es
relativamente reciente y no se incorpora al diccionario académico hasta la
edición de 1947 y a la ortografía hasta 1969. Surge de unir los nombres de los
dos valores que originariamente tuvo esta letra: u (vocal) + ve
(consonante). En un principio, la v se denominaba por escrito v
consonante o u consonante por oposición a la u vocal con la
que compartió oficios durante siglos. Desde 1869 pasó a llamarse ve,
siguiendo la pauta característica de los nombres de la mayoría de las
consonantes. Durante mucho tiempo esta fue la única denominación reconocida
para la v en las obras académicas, lo que explica su arraigo y actual
vigencia en el español de América. El nombre uve nace de la necesidad de
distinguir oralmente los nombres de las letras b y v, ya que las
palabras be y ve se pronuncian del mismo modo en español.
Precisamente esa virtud distintiva del nombre uve es lo que justifica su
elección como la denominación recomendada para la v en todo el ámbito
hispánico.
Por último, el nombre uve doble para
la w es reflejo de esta letra, que nace por duplicación de la uve.
Fuente: Real Academia Española y Asociación de
Academias de la Lengua Española. Ortografía de la lengua española. 2011.
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