Hace pocos días recibí una consulta en
donde me preguntaban cuál era la forma correcta entre las siguientes: “en
complemento con el ámbito de cobertura” y “como complemento con el ámbito de
cobertura”. Debo confesar que estas son mis consultas preferidas, porque cuando
las leo me quedo paralizada dado que no tengo ni idea de cómo debo
contestarlas; en ese sentido, se convierten en una fuente invaluable de
aprendizaje. Es ante esos retos cotidianos que me imponen algunos compañeros de
la CCSS o algún conocido o desconocido a quien le llegó alguno de nuestros
envíos; que de verdad descubro cuánto amo mi trabajo.
El caso es que opté por pedirle más
información al consultante y, al final, mi sugerencia fue en el sentido de
variar la redacción del párrafo para hacerlo más comprensible a sus lectores. Y
creo que ese es el mayor problema que tenemos cuando nos sentamos ante una página
en blanco, con la tarea de poner por escrito nuestras ideas, las cuales van
desde un pequeño mensaje que enviamos por teléfono, hasta resoluciones
administrativas o manuales y reglamentos.
Cuando nos topamos ante estas situaciones,
debemos tener en cuenta las características que debe tener todo escrito:
sencillez, claridad y concisión.
En primer lugar debemos pensar en la
persona a la cual está dirigida nuestra comunicación. No es lo mismo escribir
una resolución que será recibida por una persona que ha solicitado un beneficio
de pensión, que escribir un artículo para una revista especializada en
seguridad social, sobre algún tema relacionado con las pensiones que otorga la
Caja.
El lenguaje que utilicemos debe estar
acorde con el destinatario del escrito, pero eso no significa que para probar
nuestro conocimiento en cualquier área, recarguemos nuestro texto con
vocabulario especializado que bien puede tener sinónimos de uso más general.
Debemos tener en cuenta que la precisión en
el uso del lenguaje es fundamental para evitar la multiplicidad de
interpretaciones que pueden derivarse de un texto. Pero, el ser preciso no
significa en ningún grado, elegir las palabras menos cotidianas. Debemos hallar
un balance, la sencillez no puede llevarnos al extremo de caer en la pobreza
del lenguaje, pues para ello tenemos el privilegio de hablar y escribir en una
lengua muy rica.
En todo caso, debemos tener en cuenta que
si no somos capaces de utilizar palabras claras y sencillas para explicar algún
asunto, es porque nosotros mismos no lo tenemos muy claro. Si como
profesionales en cualquier área del conocimiento, carecemos del lenguaje
apropiado para explicar algún concepto a alguien más, es por nuestras falencias
en esa área. Es por ello que los buenos maestros por lo general son buenos en
el área de conocimiento específico en la cual se desempeñan; y de ahí, de la
práctica, del estudio riguroso, es de donde procede el lenguaje y la claridad
para explicar a otros esos conceptos.
Una recomendación que hago a menudo para
facilitar el proceso de escritura, es hacer un esquema de lo que se pretende.
Un primer paso es actuar como en una lluvia de ideas, escribiendo en líneas
cortas todos aquellos elementos que tengan relación con el tema a tratar. Luego
se procede a depurar y eliminar las que se considere impertinentes y organizar
en forma lógica las que se mantienen. Aquí entramos a un aspecto esencial en
cualquier escrito: la coherencia. Es fundamental la presentación del escrito en
un orden lógico y que las ideas estén debidamente cohesionadas. Ciertos hechos
conducen a cierta conclusión, pero en medio debe estar una adecuada relación de
esos hechos que permitan al lector descubrir en el texto escrito todo el
proceso mental que quien escribe ya ha realizado, algunas horas antes o durante
años de estudio de ese tema.
Los párrafos es mejor que sean cortos, las
oraciones cortas y evitar al máximo la subordinación, pues eso complica la
presentación de las ideas. En cada párrafo debe haber una idea principal y otras
ideas secundarias que refuercen lo que ahí se indica.
Al final, la mejor recomendación para
redactar bien, es leer mucho y escribir mucho. La práctica de la escritura
constante nos hará cada vez más diestros en esta tarea de nuestras labores
cotidianas. La lectura, más allá de aquella ligada a nuestras funciones, debe
ser un proceso ligado al placer. Es probable que en el trajinar cotidiano
tengamos que leer muchos textos mal escritos e incomprensibles, que nos generen
mucho estrés, o algunos de áreas de nuestra profesión, que no nos parecen muy
atractivos. Por ello, debemos rescatar la lectura placentera, y en nuestros
ratos libres tomar en nuestros manos algún libro de literatura (en especial la
poesía), pues quien es capaz de construir una hermosa metáfora o sentir el
efecto que provoca su lectura, será capaz de redactar con facilidad una simple
resolución administrativa ;-)
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