sábado, 5 de julio de 2014

Las tres cualidades de la redacción

Hace pocos días recibí una consulta en donde me preguntaban cuál era la forma correcta entre las siguientes: “en complemento con el ámbito de cobertura” y “como complemento con el ámbito de cobertura”. Debo confesar que estas son mis consultas preferidas, porque cuando las leo me quedo paralizada dado que no tengo ni idea de cómo debo contestarlas; en ese sentido, se convierten en una fuente invaluable de aprendizaje. Es ante esos retos cotidianos que me imponen algunos compañeros de la CCSS o algún conocido o desconocido a quien le llegó alguno de nuestros envíos; que de verdad descubro cuánto amo mi trabajo.
 
El caso es que opté por pedirle más información al consultante y, al final, mi sugerencia fue en el sentido de variar la redacción del párrafo para hacerlo más comprensible a sus lectores. Y creo que ese es el mayor problema que tenemos cuando nos sentamos ante una página en blanco, con la tarea de poner por escrito nuestras ideas, las cuales van desde un pequeño mensaje que enviamos por teléfono, hasta resoluciones administrativas o manuales y reglamentos. 
 
Cuando nos topamos ante estas situaciones, debemos tener en cuenta las características que debe tener todo escrito: sencillez, claridad y concisión. 
 
En primer lugar debemos pensar en la persona a la cual está dirigida nuestra comunicación. No es lo mismo escribir una resolución que será recibida por una persona que ha solicitado un beneficio de pensión, que escribir un artículo para una revista especializada en seguridad social, sobre algún tema relacionado con las pensiones que otorga la Caja. 
 
El lenguaje que utilicemos debe estar acorde con el destinatario del escrito, pero eso no significa que para probar nuestro conocimiento en cualquier área, recarguemos nuestro texto con vocabulario especializado que bien puede tener sinónimos de uso más general.  
 
Debemos tener en cuenta que la precisión en el uso del lenguaje es fundamental para evitar la multiplicidad de interpretaciones que pueden derivarse de un texto. Pero, el ser preciso no significa en ningún grado, elegir las palabras menos cotidianas. Debemos hallar un balance, la sencillez no puede llevarnos al extremo de caer en la pobreza del lenguaje, pues para ello tenemos el privilegio de hablar y escribir en una lengua muy rica. 
 
En todo caso, debemos tener en cuenta que si no somos capaces de utilizar palabras claras y sencillas para explicar algún asunto, es porque nosotros mismos no lo tenemos muy claro. Si como profesionales en cualquier área del conocimiento, carecemos del lenguaje apropiado para explicar algún concepto a alguien más, es por nuestras falencias en esa área. Es por ello que los buenos maestros por lo general son buenos en el área de conocimiento específico en la cual se desempeñan; y de ahí, de la práctica, del estudio riguroso, es de donde procede el lenguaje y la claridad para explicar a otros esos conceptos. 
 
Una recomendación que hago a menudo para facilitar el proceso de escritura, es hacer un esquema de lo que se pretende. Un primer paso es actuar como en una lluvia de ideas, escribiendo en líneas cortas todos aquellos elementos que tengan relación con el tema a tratar. Luego se procede a depurar y eliminar las que se considere impertinentes y organizar en forma lógica las que se mantienen. Aquí entramos a un aspecto esencial en cualquier escrito: la coherencia. Es fundamental la presentación del escrito en un orden lógico y que las ideas estén debidamente cohesionadas. Ciertos hechos conducen a cierta conclusión, pero en medio debe estar una adecuada relación de esos hechos que permitan al lector descubrir en el texto escrito todo el proceso mental que quien escribe ya ha realizado, algunas horas antes o durante años de estudio de ese tema. 
 
Los párrafos es mejor que sean cortos, las oraciones cortas y evitar al máximo la subordinación, pues eso complica la presentación de las ideas. En cada párrafo debe haber una idea principal y otras ideas secundarias que refuercen lo que ahí se indica. 
 
Al final, la mejor recomendación para redactar bien, es leer mucho y escribir mucho. La práctica de la escritura constante nos hará cada vez más diestros en esta tarea de nuestras labores cotidianas. La lectura, más allá de aquella ligada a nuestras funciones, debe ser un proceso ligado al placer. Es probable que en el trajinar cotidiano tengamos que leer muchos textos mal escritos e incomprensibles, que nos generen mucho estrés, o algunos de áreas de nuestra profesión, que no nos parecen muy atractivos. Por ello, debemos rescatar la lectura placentera, y en nuestros ratos libres tomar en nuestros manos algún libro de literatura (en especial la poesía), pues quien es capaz de construir una hermosa metáfora o sentir el efecto que provoca su lectura, será capaz de redactar con facilidad una simple resolución administrativa ;-)

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