Las unidades fónicas que se emiten al
hablar no se realizan siempre de la misma manera ni son pronunciadas de igual
forma por todos los hablantes. Hay diferencias de mayor o menor grado que
dependen de múltiples factores, como las características de los sonidos
adyacentes, la procedencia geográfica del hablante, la particular configuración
de su aparato fonador, la situación comunicativa, etc.
El contexto fónico de cada uno de los
sonidos en la cadena hablada influye en su realización concreta, pues esta se
ajusta a menudo a las características articulatorias de los sonidos del
entorno. Así, por ejemplo, el sonido representado por la letra k se
articula de un modo ligeramente distinto según sea la vocal siguiente: si es
una i, como en la palabra kilo, el sonido de la k, que se
caracteriza por articularse en la parte posterior de la cavidad bucal, adelanta
su zona de articulación a la parte anterior, la misma en la que se articula el
sonido de la i; en cambio, si la vocal siguiente es una o, como
en la palabra koala, el sonido representado por la k mantiene su
articulación en la zona posterior de la boca, donde también se articula la
letra o. Las características del sonido representado por la letra b
no son las mismas en la palabra cambio que en la palabra loba: en
el primer caso, los labios entran en contacto impidiendo momentáneamente la
salida del aire; en el segundo, los labios solo se aproximan, sin llegar a
juntarse, por lo que el aire fluye sin interrupción.
La procedencia geográfica de los hablantes
también tiene repercusiones en la realización concreta de los elementos
fónicos. Así, el sonido representado por la letra s se produce de
distinta forma según las zonas: en unas áreas, como el centro y el norte de
España, se articula normalmente apoyando la punta de la lengua en los alvéolos
de los dientes superiores, con la lengua en posición cóncava; en otras, como en
la mayor parte de Hispanoamérica, Andalucía y Canarias, no es la punta de la
lengua, sino del predorso o parte anterior del dorso la que se apoya contra los
dientes superiores o sus alvéolos, adoptando la lengua una forma convexa. El
sonido representado por la letra j en palabras como jamás o mujer
tampoco se pronuncia de la misma forma en todas las áreas hispanohablantes: en
unas zonas este sonido se articula en la zona velar, aproximando la parte
posterior de la lengua al velo del paladar; en otras, en cambio, retrasa su
articulación hacia la zona faríngea y se realiza como un sonido aspirado.
Información adicional: Los alvéolos son las cavidades
de la mandíbula en las que están engastados los dientes. El velo del
paladar, también llamado paladar blando, es la cortina muscular
que separa la boca de la faringe y en cuya parte central se sitúa la úvula
o campanilla.
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No obstante, en ninguno de los casos
citados como ejemplo los hablantes perciben como unidades distintas las
variantes de realización, puesto que las diferencias que existen entre ellas no
son relevantes, no implican cambios de significado. Para el hablante, el sonido
representado por la letra k es el mismo en kilo que en koala;
la palabra loba no varía su significado aunque, por razones expresivas,
el sonido de la b se pronuncie juntando completamente los labios, en
lugar de simplemente aproximándolos, ni las distintas formas de articular la s
de casa o la j de jamás o mujer impiden que los
hablantes de cualquier zona reconozcan la misma palabra en todos los casos.
En cambio, los hablantes sí perciben como
unidades fónicas diferentes aquellos sonidos capaces de distinguir, en su
lengua, un signo lingüístico de otro. Así, en español son distintivos los
sonidos representados por las letras b y m porque su alternancia
dentro de un mismo contexto fónico produce diferencias de significado: loba (‘hembra
del lobo’) no es lo mismo que loma (‘elevación pequeña y prolongada del
terreno’).
En consecuencia, la lingüística establece
una neta diferencia entre los sonidos, que son las unidades fónicas que
efectivamente se articulan al hablar, caracterizadas por el conjunto de todos
sus rasgos articulatorios y acústicos, y los fonemas, que son las
unidades fónicas abstractas que poseen función distintiva dentro del sistema
lingüístico. Los sonidos son realidades físicas concretas, mientras que los
fonemas son categorías mentales o abstractas, que se manifiestan en el habla en
forma de sonidos.
Información adicional: Del estudio de los sonidos, de sus
mecanismos de producción, de sus características físicas y de cómo son
percibidos por el oído, se ocupa la fonética. La fonología, en cambio, se
ocupa del estudio de los fonemas, es decir, de establecer, a partir del
número teóricamente ilimitado de sonidos del habla, el conjunto limitado y
reducido de unidades fónicas distintivas. En las obras lingüísticas, los
sonidos, se representan mediante signos convencionales escritos entre
corchetes, mientras que los signos que representan los fonemas se escriben
entre barras. Así, por ejemplo, [b] y [b] son dos sonidos, dos
variantes de realización —con cierre total de los labios la primera y con
mera aproximación de los labios la segunda— del fonema /b/.
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En la escritura del español, como en todas
las de tipo alfabético, la finalidad de las letras o grafemas es representar
gráficamente los fonemas, no sus múltiples variantes de realización. Gracias a
ello, la ortografía de la lengua española es la misma para todos sus hablantes
y en todo su territorio, con independencia de las diferencias de pronunciación
que puedan darse en el habla por razones contextuales, geográficas o
individuales.
Fuente: Real Academia Española y Asociación
de Academias de la Lengua Española. Ortografía de la lengua española. 2011.
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