El tema del lenguaje inclusivo es como el futbol: todos tenemos una opinión y por lo general terminamos “agarrados del pelo” debido a las pasiones que mueve.
Con ese nombre ha tomado auge con el desarrollo del feminismo, pero se trata de una posición que pretende visibilizar en la lengua a diferentes grupos tradicionalmente excluidos (sea por omisión o por el uso de palabras que pudieren resultar ofensivas para algunos grupos). Más que de lenguaje yo pensaría que se trata de sensibilizarse respecto del otro, de respetar (no digo tolerar porque la sola palabra implica que me ubico del lado de la razón y desestimo al otro).
La Real Academia de la Lengua ha planteado su posición sobre el tema; sin embargo, ya conocemos la poca flexibilidad que tienen las Academias, las que con los años han tenido que ceder al uso por parte de los hablantes (que al fin y al cabo son los reyes de la lengua). Hay que tener en cuenta que los diccionarios lo que hacen es recoger las palabras que usan las personas, y son los grupos sociales los que determinan cuál es la norma de prestigio o el lenguaje que debe utilizarse en cada situación comunicativa. Por ejemplo, si estoy haciendo fila para subir al autobús, no le voy a gritar al que se mete en la fila: “no se cuele”.
El caso es que lo propio es que nos ajustemos a las normas del lenguaje. Si, por ejemplo, en la institución en la que laboro hay una directriz para el uso del lenguaje inclusivo, lo propio es que lo que utilice (pero, sobre todo, que no pierda de vista la intención filosófica del mismo) y es sencillo hacerlo sin caer en los excesos que muestran algunos textos cuyo propósito es ridiculizarlo. Hay varias guías sobre su uso en la web, les comparto la dirección de una: http://www.mimdes.gob.pe/files/DIRECCIONES/DGM/curso_formacion/guia_lenguaje_inclusivo.pdf.
En lo personal no me gusta caer en los excesos que dañan el estilo. Es muy probable que no me vean escribir compañeros y compañeras por resultarme desagradable (aparte de que la palabra ‘compañero’ no sé el porqué, me hace pensar en ‘camarada’). Yo prefiero llamar a las personas por su nombre, lo cual no es posible cuando se desconoce o cuando se dirige a muchas personas. Prefiero utilizar palabras no marcadas (como las que se sugieren en las guías). Y, dado que tengo algo de feminista, es común que en un grupo donde haya más mujeres utilice el femenino (el cual muchas veces me suena artificial, pero de esa forma tomo mayor conciencia de mi feminidad y de paso le lanzo un reto a los hombres presentes –que igualmente se sienten golpeados por el uso del femenino-).
Es interesante nuestra posición como mujeres usuarias del lenguaje. No sé si les ha ocurrido, pero muchas veces me descubro diciendo “lo que a uno le pasa”… y tomo conciencia de que debería decir “una”. Quizás el uso de este tipo de lenguaje nos haga tomar mayor conciencia de nuestras particularidades como hablantes.
El caso es, como dije al principio, que en esta materia todos tenemos opinión; y aprovecho este espacio para comunicarles la mía.
No lo entiendo. ¿Por qué no le gritarías "No se cuele"? ¿Está mal?
ResponderEliminarHola Natalia. Es la forma correcta,pero nadie habla así en la calle. Probablemente le gritaríamos "no se *cole".
ResponderEliminarDebo aclarar que esa forma coloquial es de uso en Costa Rica ;)
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