lunes, 1 de septiembre de 2014

El alfabeto latino

El inventario de letras usado por los romanos en la escritura de su lengua, el latín, desciende del alfabeto griego, pero de manera directa, sino a través de los etruscos.

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Los etruscos se asentaron en la península itálica a comienzos del primer milenio antes de Cristo, en el área de la actual provincia de la Toscana. Desde allí se extendieron hasta la zona limítrofe con las colonias griegas del sur de Italia y ejercieron una gran influencia política y cultural en todo el territorio itálico, especialmente en la contigua región del Lacio, donde estaban asentados los latinos, más tarde llamados romanos por el nombre de la ciudad que fundaron a mediados del siglo viii a.C.

Los etruscos hablaban una lengua no indoeuropea, aún no descifrada del todo, que escribían con un alfabeto basado en la variante occidental del alfabeto griego, diferente de la oriental con la que se escribía el griego clásico. Prueba inequívoca de la filiación etrusca de la escritura latina es el uso que el latín primitivo hizo de las letras  c, k y q para representar el fonema /k/, claramente heredado de los etruscos: los romanos emplearon en un principio la c ante /e, i,/, la k  ante /a/ y la q ante /o, u/. Enseguida prescindieron casi por completo de la k, pasando a utilizar la c ante cualquiera de las vocales (capra, centum, circus, commūnis) y limitando el uso de la q a la representación de la secuencia fónica /ku/ ante vocal perteneciente a la misma sílaba (quadrivĭum, quercŭs, liquĭdus, quŏd). La letra c sirvió también en latín, en un primer momento, para representar el fonema /g/ (se escribía, por ejemplo, virco, en lugar de virgo), hasta que, en el siglo iii a. C., se creó la g añadiendo un trazo en el extremo inferior de la c, para poder representar con letras diferentes lo que eran también en latín fonemas diferentes. Como los romanos prescindieron muy pronto en su escritura de la letra z, por haber desaparecido en su lengua el fonema que esta representaba, la nueva letra g se insertó en el lugar que ocupaba la z en la serie alfabética heredada de los griegos, esto es, entre la f y la h.

Así pues, el alfabeto latino propiamente dicho estaba formado por las veintiuna letras siguientes, de las que se ofrece solo la forma mayúscula, única existente en la escritura del latín clásico:

A, B, C, D, E, F, G, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X.

La c representaba siempre el fonema /k/ y la g el fonema /g/; la f transcribía el fonema /f/ por herencia etrusca; la h se usaba para representar un sonido aspirado luego desaparecido (y no la vocal /ē/, como en griego); las letras I y v se usaban para representar tanto los fonemas vocálicos /i/, /u/ como los correspondientes semiconsonánticos (que evolucionarán después en las lenguas románicas, hacia fonemas plenamente consonánticos); la k se usaba solo en unas cuantas palabras que mantuvieron una ortografía arcaica; y la x representaba la secuencia /ks/ (y no un fonema similar al representado por la jota española, como en griego).

Tras la conquista de Grecia por parte de Roma a mediados del siglo ii a. C., se incrementa notablemente la influencia cultural griega en el mundo romano, lo que produjo la incorporación al latín de numerosos términos de origen griego. Para escribir muchos de ellos, los romanos debieron introducir una nueva letra en su alfabeto, la y, y recuperar la z. Ambas se añadieron al final de la serie. Con estas dos incorporaciones, el alfabeto latino pasó a constar, a partir del siglo i a. C., de veintitrés letras:

A, B, C, D, E, F, G, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X, Y, Z.

Todas ellas, y en el mismo orden, forman parte del abecedario español, el cual se completó con algunas letras más, surgidas de la necesidad de representar nuevos fonemas inexistentes en latín o introducidas en nuestro sistema gráfico a través de préstamos de otras lenguas. 

Fuente: Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Ortografía de la lengua española. 2011.

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