Como hija del siglo pasado, que cuando
ingresó a laborar con la Caja apenas estaba entrando en contacto con las
máquinas electrónicas, es habitual que conserve alguna información escrita en
hojas de papel; para mí el ejercicio de la escritura a mano es una forma de
ordenar las ideas, por lo que es usual que antes de redactar algo, haga primero
un esquema a mano.
Hoy casualmente leía una pequeña nota en LaRepública que reforzaba mi teoría (en realidad no es mía, creo que la
primera vez que la escuché provenía de una profesora de la universidad y, como
coincidía plenamente con mi práctica, la adopté como una verdad
incuestionable), y que les transcribo con la intención de convencerlos o, al
menos, para que les genere algún ruido en la cabeza:
Los
estudiantes universitarios que toman notas con computadoras portátiles tienen
más probabilidad de registrar a los conferenciantes palabra por palabra y, por
tanto, tienen menos probabilidad de absorber mentalmente lo que se está
diciendo, según una serie de experimentos realizada por Pam A. Mueller, de
Princeton, y Daniel M. Oppenheimer, de la UCLA. En uno de estos estudios, a los
usuarios de computadoras les fue significativamente peor en cuestiones
conceptuales (“Absorberá más si toma notas a mano”, en: La República,
p.12, 11-06-2014).
Y, ¿a qué viene todo esto?, se preguntarán
ustedes. Sucede que por ese mismo hábito tenía anotadas en una hoja de papel
las consultas que he recibido en mi correo electrónico, sobre el uso de la
lengua. Y, a partir de esa lista he redactado cada uno de los correos que
remito a la lista de distribución de Palestra Filológica. Sin embargo, y como
no es habitual, esta semana me puse a ordenar las gavetas de mi escritorio y a
eliminar papeles innecesarios y, por error, la mencionada lista fue víctima de
mi afán de orden (por eso es que el orden no siempre es bueno).
El caso es que quiero manifestar mis
disculpas a quienes en algún momento me plantearon alguna duda para incluir en
los temas de Palestra y que hasta este momento no han recibido más que una
rápida respuesta y la promesa de referirme ampliamente al tema.
Agradeceré a las personas que tengan
pendiente su duda que me la hagan llegar de nuevo, para continuar por este
medio aprendiendo con ustedes.
Esta situación me trae a la memoria al
famoso personaje de Calufa, Marcos Ramírez, que bien podría ser familia mía
;-), cuando llegó a su casa de la escuela y descubrió que habían pintado el
muro del patio donde anotaba el dinero que tomaba de la alcancía de su mamá,
con la intención –algún día- de devolverlo. En ese momento pensó que la deuda
le había sido perdonada. Así que, borrón y cuenta nueva…
Quedo a sus órdenes para seguir aclarando
cualquier duda que tengan sobre nuestra querida lengua española, porque
conociéndola bien y entendiendo sus mecanismos, podremos conocer mejor el mundo
en el que vivimos, y expresar mejor a quienes nos rodean, nuestras ideas y
sentimientos.
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