sábado, 14 de junio de 2014

Palestra filológica

Como hija del siglo pasado, que cuando ingresó a laborar con la Caja apenas estaba entrando en contacto con las máquinas electrónicas, es habitual que conserve alguna información escrita en hojas de papel; para mí el ejercicio de la escritura a mano es una forma de ordenar las ideas, por lo que es usual que antes de redactar algo, haga primero un esquema a mano.

Hoy casualmente leía una pequeña nota en LaRepública que reforzaba mi teoría (en realidad no es mía, creo que la primera vez que la escuché provenía de una profesora de la universidad y, como coincidía plenamente con mi práctica, la adopté como una verdad incuestionable), y que les transcribo con la intención de convencerlos o, al menos, para que les genere algún ruido en la cabeza:

Los estudiantes universitarios que toman notas con computadoras portátiles tienen más probabilidad de registrar a los conferenciantes palabra por palabra y, por tanto, tienen menos probabilidad de absorber mentalmente lo que se está diciendo, según una serie de experimentos realizada por Pam A. Mueller, de Princeton, y Daniel M. Oppenheimer, de la UCLA. En uno de estos estudios, a los usuarios de computadoras les fue significativamente peor en cuestiones conceptuales (“Absorberá más si toma notas a mano”, en: La República, p.12, 11-06-2014).

Y, ¿a qué viene todo esto?, se preguntarán ustedes. Sucede que por ese mismo hábito tenía anotadas en una hoja de papel las consultas que he recibido en mi correo electrónico, sobre el uso de la lengua. Y, a partir de esa lista he redactado cada uno de los correos que remito a la lista de distribución de Palestra Filológica. Sin embargo, y como no es habitual, esta semana me puse a ordenar las gavetas de mi escritorio y a eliminar papeles innecesarios y, por error, la mencionada lista fue víctima de mi afán de orden (por eso es que el orden no siempre es bueno).

El caso es que quiero manifestar mis disculpas a quienes en algún momento me plantearon alguna duda para incluir en los temas de Palestra y que hasta este momento no han recibido más que una rápida respuesta y la promesa de referirme ampliamente al tema.

Agradeceré a las personas que tengan pendiente su duda que me la hagan llegar de nuevo, para continuar por este medio aprendiendo con ustedes.

Esta situación me trae a la memoria al famoso personaje de Calufa, Marcos Ramírez, que bien podría ser familia mía ;-), cuando llegó a su casa de la escuela y descubrió que habían pintado el muro del patio donde anotaba el dinero que tomaba de la alcancía de su mamá, con la intención –algún día- de devolverlo. En ese momento pensó que la deuda le había sido perdonada. Así que, borrón y cuenta nueva… 

Quedo a sus órdenes para seguir aclarando cualquier duda que tengan sobre nuestra querida lengua española, porque conociéndola bien y entendiendo sus mecanismos, podremos conocer mejor el mundo en el que vivimos, y expresar mejor a quienes nos rodean, nuestras ideas y sentimientos.

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