La propiedad esencial del género es marcar
la concordancia entre el nombre y otras clases de palabras con las que se
combina (determinantes, cuantificadores, adjetivos y participios): la ducha,
nuestro profesor, aquellos años, algunos problemas, libros nuevos, obras
conocidas.
El género de los nombres no se manifiesta
necesariamente por medio de marcas formales: todos los sustantivos son
masculinos o femeninos, pero pocos reflejan esta oposición en sus
terminaciones.
Género y sexo son dos nociones que se
relacionan, pero que no se identifican, puesto que el primero es de carácter
gramatical, mientras que el segundo constituye un rasgo biológico. Todos los
nombres poseen género, con independencia de que se refieran a seres sexuados o
no. Muchos de los términos que designan seres sexuados son invariables en
cuanto al género (abeja, avestruz, calamar, gaviota, golondrina, gusano).
Y, en otro sentido, en algunos sustantivos la diferencia de terminaciones no
establece una oposición de sexo (cesto ~ cesta, huerto ~ huerta, manzano ~ manzana), sino que aportan valores semánticos diferentes.
Fuente: Real Academia Española y Asociación
de Academias de la Lengua Española. Nueva gramática básica de la lengua
española. 2011.
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