Los constituyentes básicos de todo sistema
de escritura son los grafemas, entendiendo por tales las unidades gráficas
mínimas, sucesivas, indivisibles y distintivas de las que se sirve la escritura
de una lengua. Los grafemas representan linealmente en el espacio la secuencia
temporal de los constituyentes fónicos del habla. En las lenguas de escritura
alfabética, son los encargados de representar gráficamente los fonemas o
sonidos mínimos distintivos que se articulan al hablar.
A partir de estos elementos primarios, los
grafemas —que vienen a coincidir con lo que llamamos letras en el habla común—,
los diferentes sistemas de escritura han ido incorporando, de forma más o menos
paulatina, otros recursos gráficos, presentes de manera desigual en las
distintas lenguas. La mayoría de estos recursos gráficos adicionales se
engloban bajo la denominación genérica de signos ortográficos. Entre
ellos se encuentran los signos diacríticos —llamados así porque confieren un
valor especial al grafema al que afectan—, así como los signos de puntuación y
los denominados signos auxiliares. Otro de estos recursos es, el empleo del
espacio en blanco para delimitar unidades de información: palabras, enunciados,
párrafos, etc. También son recursos específicamente gráficos de uso distintivo
de las formas minúscula y mayúscula de las letras en aquellas escrituras que
las distinguen, así como las abreviaciones y los símbolos, incluidos los números.
Por último, la invención de los tipos de imprenta y la utilización, hoy
prácticamente general, de medios mecánicos de escritura han incrementado de
forma notable el catálogo de recursos gráficos de los que dispone la lengua
escrita, en especial en lo relativo al uso funcional de las distintas clases de
letra (redonda, cursiva, negrita, etc.).
Todos estos elementos cumplen variadas
funciones dentro del sistema de representación gráfica del lenguaje: reflejar
rasgos fónicos distintivos (por ejemplo, y según las lenguas, el acento
prosódico o el timbre vocálico), delimitar las unidades de sentido y dar cuenta
de la estructura interna de los enunciados para garantizar su correcta
interpretación, indicar las modalidades oracionales básicas (enunciativa, interrogativa
y exclamativa), señalar el carácter especial de determinados elementos o
fragmentos de discurso, estructurar el texto y jerarquizar sus partes, o
ahorrar tiempo y espacio a la hora de escribir.
Fuente: Real Academia Española y Asociación
de Academias de la Lengua Española. Ortografía de la lengua española. 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario