martes, 6 de agosto de 2013

Constituyentes de los sistemas de escritura

Los constituyentes básicos de todo sistema de escritura son los grafemas, entendiendo por tales las unidades gráficas mínimas, sucesivas, indivisibles y distintivas de las que se sirve la escritura de una lengua. Los grafemas representan linealmente en el espacio la secuencia temporal de los constituyentes fónicos del habla. En las lenguas de escritura alfabética, son los encargados de representar gráficamente los fonemas o sonidos mínimos distintivos que se articulan al hablar.

A partir de estos elementos primarios, los grafemas —que vienen a coincidir con lo que llamamos letras en el habla común—, los diferentes sistemas de escritura han ido incorporando, de forma más o menos paulatina, otros recursos gráficos, presentes de manera desigual en las distintas lenguas. La mayoría de estos recursos gráficos adicionales se engloban bajo la denominación genérica de signos ortográficos. Entre ellos se encuentran los signos diacríticos —llamados así porque confieren un valor especial al grafema al que afectan—, así como los signos de puntuación y los denominados signos auxiliares. Otro de estos recursos es, el empleo del espacio en blanco para delimitar unidades de información: palabras, enunciados, párrafos, etc. También son recursos específicamente gráficos de uso distintivo de las formas minúscula y mayúscula de las letras en aquellas escrituras que las distinguen, así como las abreviaciones y los símbolos, incluidos los números. Por último, la invención de los tipos de imprenta y la utilización, hoy prácticamente general, de medios mecánicos de escritura han incrementado de forma notable el catálogo de recursos gráficos de los que dispone la lengua escrita, en especial en lo relativo al uso funcional de las distintas clases de letra (redonda, cursiva, negrita, etc.).

Todos estos elementos cumplen variadas funciones dentro del sistema de representación gráfica del lenguaje: reflejar rasgos fónicos distintivos (por ejemplo, y según las lenguas, el acento prosódico o el timbre vocálico), delimitar las unidades de sentido y dar cuenta de la estructura interna de los enunciados para garantizar su correcta interpretación, indicar las modalidades oracionales básicas (enunciativa, interrogativa y exclamativa), señalar el carácter especial de determinados elementos o fragmentos de discurso, estructurar el texto y jerarquizar sus partes, o ahorrar tiempo y espacio a la hora de escribir. 

Fuente: Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Ortografía de la lengua española. 2011.

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