Un texto bien escrito tiene tres virtudes principales: claridad, concisión y sencillez. Para lograrlos es importante la economía en el uso del lenguaje (sin por ello caer en la parquedad) y evitar incurrir en vicios como el de la redundancia.
La redundancia puede ser tanto de ideas como de palabras. Es usual encontrarse textos de varias páginas que tan solo tienen un par de ideas que son repetidas hasta el cansancio (sobre todo del lector). Y, en los últimos tiempos, pareciera que algunas palabras pierden la fuerza que las caracterizaba y el hablante las repite; tal es el caso de expresiones como mas aunque, pero sin embargo, mas sin embargo.
En todos estos casos se repite la marca de adversitividad entre dos ideas. Mas, aunque, pero y sin embargo cumplen la función de oponer dos conceptos: Creo que ha llegado, pero no lo sé con certeza; Creo que ha llegado, mas no lo sé con certeza; Creo que ha llegado, sin embargo no lo sé con certeza; Creo que ha llegado, aunque no lo sé con certeza.
Cada una de ellas es suficiente para oponer las ideas que unen, por lo que su uso en conjunto (sea de dos o más de ellas), sería una redundancia innecesaria y atentaría contra la sencillez y concisión que deben caracterizar un texto bien escrito.
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