Me consultan si es correcto o no traducir
al español los nombres propios de otras lenguas. Dados los cambios que se han
dado históricamente en este tema, creo que es importante conocer lo que las
Academias de la Lengua disponen sobre este tema en su Ortografía (2010):
transferencia y traducción de antropónimos extranjeros
La
traducibilidad de los nombres propios ha sido una cuestión largamente debatida
por lingüistas y traductores. En rigor, solo los nombres propios motivados y
que se forman sobre léxico común son susceptibles de traducción: Tatanka
Yokanta (dakota) = Sitting Bull (ingl.) = Toro Sentado
(esp.). Algunos otros se limitan a admitir su sustitución en la lengua de
destino por el equivalente o la correspondencia convencional, como ocurre en el
caso de Juan / ingl. John / al. Johann / fr. Jean /
it. Giovanni / port. João / cat. Joan / eusk. Jon.
La gran mayoría restante se consideran intraducibles.
En
la decisión de traducir los antropónimos extranjeros intervienen factores de
muy diversa naturaleza: lingüísticos, como su grado de motivación o su
connotación semántica (cuanto más significativo sea un nombre propio, por
tratarse de un nombre arquetípico o de un apodo o sobrenombre, más acusada será
la necesidad de traducirlo), y sociolingüísticos, como las convenciones
vigentes en la sociedad conformada por los hablantes de la lengua de llegada en
un determinado momento histórico.
La
tendencia más generalizada en la actualidad para los nombres y apellidos de
personas reales es la transferencia, esto es, el empleo en el discurso español
de la forma que presenta en su lengua de origen cundo esta se escribe en
alfabeto latino; este tipo de expresiones, pese a su carácter extranjero, no
precisa de marcación tipográfica especial:
Henry
Miller, Leonard Bernstein, Marcello Matroianni, Marie Curie, Simone de
Beauvoir.
Frente
a la preferencia actual, en otras épocas los antropónimos que correspondían a
personajes históricos extranjeros solían someterse a un proceso de
hispanización, bien por traducción y equivalencia, bien por adaptación al
español: Juana de Arco (de Jeanne d’Arc), Tomás Moro (de Thomas
More), Martín Lutero (de Martin Luther), Ana Bolena
(de Anne Boleyn), Alberto Durero (de Albrecht Dürer).
Muchas de estas hispanizaciones tradicionales, entre las que se cuentan
adaptaciones de nombres propios que proceden de lenguas escritas en alfabeto no
latino (Avicena, por Ibn Sinna; Averroes, por Ibn Rusd;
Jehová, por Yahweh; Mahoma, por Muhammad; Confucio, por Kung
Fu-Tzu), han pervivido hasta nuestros días.
Durante
el Renacimiento era habitual adaptar tanto el nombre de pila como el apellido,
pero con el tiempo se fue imponiendo la costumbre de traducir solo el nombre de
pila: Josefina (por Joséphine) de Beauharnais, Carlota (por
Charlotte) Corday o Teodoro (por Theodore) Roosevelt.
La presión de la moderna tendencia hacia el respeto de la forma original es
tan fuerte que, para muchos personajes históricos cuyo nombre tradicionalmente
se traducía, alternan hoy en similares proporciones la forma transferida y su
traducción, como sucede en los siguientes casos: Carlos Marx / Karl Marx,
Eduardo Manet / Édouard Manet, Pablo Casals / Pau Casals. Por otra parte,
la transferencia es, en la práctica, la única opción para aquellos nombres
propios que no tienen correspondencia ni semejanza con ninguno español: Alain,
Allison, Darrell, Heidi, etc. Como norma general, mientras las formas
hispanizadas conserven su vigencia, se recomienda utilizarlas en los textos
escritos en español; sin embargo, se prefiere hoy la forma original de un buen
número de nombres extranjeros cuyas hispanizaciones han caído en desuso; así,
por ejemplo, el impresor alemán conocido en otros momentos como Juan
Gutembergo es mencionado en nuestros días como Johannes Gutenberg.
En
la actualidad, únicamente se hispanizan, mediante traducción literal,
equivalencia o adaptación, los siguientes antropónimos:
a) El nombre que adopta
el papa para su pontificado, a diferencia de su nombre seglar: Juan XXIII, frente
a Angelo Giuseppe Roncalli.
b) Los nombres de los
miembros de las casas reales: Isabel II de Inglaterra, Gustavo de Suecia o
Diana de Gales. No obstante, la transferencia está ganando terreno
también en este campo: Harry de Inglaterra, Frederik de Dinamarca, Harald de
Noruega.
c) Los nombres de
santos, personajes bíblicos y personajes históricos o célebres: san Juan
Bautista, Herodes, Julio César, Alejandro Magno, Nicolás Copérnico, Miguel
Ángel.
d) Los nombres de los
indios norteamericanos: Caballo Loco, Nube Roja, Pequeño Alce, Toro Sentado.
e) Los nombres propios
motivados, como los apodos o los apelativos y sobrenombres de personajes
históricos, a fin de preservar su connotación semántica: Pipino el Breve,
Iván el Terrible, la Reina Virgen, Catalina la Grande.
Los
nombres extranjeros de personajes de ficción han seguido un proceso paralelo al
de los nombres de personas reales: mientras que en el pasado lo habitual era
que estos nombres se tradujeran y adaptaran, en la actualidad existe una
marcada tendencia a transferirlos. Así, junto a Edmundo Dantés (protagonista
de El conde de Montecristo, de A. Dumas), Margarita Gautier (protagonista
de La dama de las camelias, de A. Dumas, hijo) o Gregorio Samsa
(protagonista de La metamorfosis, de F. Kafka), encontramos a Hansel
y Gretel, Tom Sawyer, Vito Corleone (protagonista de El padrino) o la
teniente Ellen Ripley (protagonista de la película Alien, el octavo
pasajero). Según los parámetros modernos, la verosimilitud de la narración
y la inmersión del lector o espectador en ella se alcanzan con más facilidad si
se observa coherencia entre los nombres de los personajes y el ambiente en que
estos se mueven, a lo que contribuye el mantenimiento de las formas originales:
Gervaise Macquart (protagonista de La taberna, de Zola), Alexéi
Ivánovich (protagonista de El jugador, de Dostoyevski), Catherine
Earnshaw (protagonista de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë),
frente a las decimonónicas traducciones Gervasia Macquart, Alexis o Alejo
Ivánovich y Catalina Earnshaw.
Por
el contrario, como ya se apuntó más arriba, conviene traducir aquellos nombres
propios motivados o claramente connotativos para que se haga patente toda su
carga semántica. Conforme a esto, los adjetivos o los nombres comunes y los
grupos nominales con que se nombra a un personaje de ficción suelen traducirse:
Cenicienta (al. Aschenputtel, ingl. Cinderella, it. Cenerentola,
etc.), Blancanieves (del al. Schneewittchen), el capitán
Garfio (del ingl. Captain Hook), el Hombre Araña (del ingl. Spiderman);
se traducirán asimismo sus apodos y sobrenombres: Harry el Sucio (del
ingl. Dirty Harry), Eduardo Manostijeras (del ingl. Edward
Scissorhands).
los nombres antiguos hablemos de los nombres biblicos se ha cometido un grave error al traducirlos por que cada nombre biblico tiene significado en especial el nombre del ETERNO YAHWEH que significa YO SOY EL QUE SOY traducido a diversas lenguas y quedando como JEHOVA que al hebreo significa RUINA i asi susecivamente con todos los nombres quitandoles la importancia de su significado impuestos por el mismo DIOS ETERNO no `por el ser humano cuando DIOS en su santa palabra dice que adoremos su nombre original no su nombre impuesto gracias DIOS LES BENDIGA MAS.
ResponderEliminarYo diría que no se deberían traducir , veo las caras de las personas cuando cambias su nombre por algún motivo u otro y pienso que se deben dejar tal como son.
ResponderEliminarYo diría que no se deberían traducir , veo las caras de las personas cuando cambias su nombre por algún motivo u otro y pienso que se deben dejar tal como son.
ResponderEliminarESTOY TOTALMENTE DE ACUERDO CON QUE NO SE DEBEN TRADUCIR, PUES PIERNE PUREZA, SIGNIFICADO E IDENTIDAD,, EL NOMBRE DE EL ETERNO YHWH, ASI COMO MENCIONA EL COMENTARIO ANTERIOR, HACE QUE SE SEPARE A LAS PERSONAS DE LA IDENTIDAD DEL DIOS TODO CREADOR Y DE QUE QUIENES CONOCEN SU PALABRA NO ESTEN CAMINANDO EN LA VERDAD, EJEMPLO,, EL NOMBRE DE EL HIJO DE DIOS DADO A CONOCER EN ESPAÑOL COMO JESUS, E INCLUSIVE A NIVEL MUNDIAL,, SIENDO SU NOMBRE ORIGINAL YAHSHUA, CREA MUCHA CONFUSION Y ES
ResponderEliminarO NO ES BUENO.